Dame un bolígrafo y un papel y te enseñaré a soñar. Antes de que aprendas a soñar debes cerrar los ojos y imaginar un mundo nuevo, solo para ti y para mi..

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Como dos cuerdos que juntos se vuelven locos.





Empezamos hablando de la lluvia, tú te pasabas las tardes de domingo mirando desde la ventana como arrasaba el parque de enfrente de tu casa. Yo solía salir los martes a bailar sobre los charcos con un vestido azul. Azul lluvia, claro. Después me contaste como habías sobrevivido a la vida, algo sobre escribir, escuchar música, y sonreír por las mañanas. Me reconocí en tus palabras y luego me vi en tus ojos. Claro que después llego todo lo de que yo necesitaba que me rescataran y ver el mar desesperadamente, y tú quisiste ser mi héroe. Y lo fuiste. Lo sigues siendo. Mientras yo te hablaba de mis días grises, tú me acariciabas el pelo, y nos prometimos un día bailar bajo la lluvia. Desde entonces, esta ciudad somos nosotros. Cada calle, cada farola, los bancos solitarios en las calles sombrías. La biblioteca y sus pasillos silenciosos, cada uno en un lado buscando el libro perfecto. La ciudad ya no me ahoga, ya no la odio, disfruto en silencio mientras paseo y ella me cuenta sus secretos. Viviendo un romance en cada esquina, “viviendo la novela más sincera siempre”. Somos protagonistas de un libro que no tiene final, el prólogo me lo escribiste el primer día en la espalda. Empezaba con un “Seremos eternos.” Escribiría sobre ti incluso sin conocerte, serías mi historia de amor de metro: “Cruzamos miradas, tú te perdías en tu libro de Whitman y yo fotografiaba rostros somnolientos. Inventando un cuento para cada uno de ellos. Y un buen día, te cogí por la espalda y acercándome sutilmente a tu cuello te susurré: Estoy enamorada de ti. Y el resto fueron vals por todo el metro hasta llegar al final y besarnos como locos. Como dos cuerdos que juntos se vuelven locos. El comienzo de una vida juntos. Más tarde, tú me fotografiabas y yo te leía poemas desde la cama.” No es tan diferente, protagonizamos la huída de la tristeza cada día, cada noche. Cuando la realidad y el sueño se vuelven uno y amanezco en tus brazos. Acariciándote los labios y susurrándote que estoy enamorada de ti, como en ese metro inexistente. Y vals por toda la cama hasta llegar al final y besarnos como locos. Como dos cuerdos que juntos se vuelven locos.

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