Dame un bolígrafo y un papel y te enseñaré a soñar. Antes de que aprendas a soñar debes cerrar los ojos y imaginar un mundo nuevo, solo para ti y para mi..

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Vivir de palabras.




Le inspiraban esas calles, al bajar al metro y observar como cada persona iba en una dirección diferente. Le encantaba perderse en esas miradas ajenas, alguien iba a comprar el pan, alguien regresaba a casa y alguien no quería regresar nunca a su vida. Se perdía por los entresijos de la ciudad, entraba en cada librería sólo para oler las hojas de algún viejo libro. Se reía con algún título, fotografiaba la tristeza, y salía de la librería. A veces escribía en una cafetería del Raval con vistas a toda la calle, vivía entre palabras y al caer la noche se acostaba con ellas en el ático. Vivir de palabras no es tan malo. Había comenzado una historia de chico conoce a chica, se enamora de ella y le pide matrimonio justo antes de que se baje del metro. Ella se iba sin mediar palabra. Otra historia fugaz. Como cuando escribió sobre aquella señora que quería escapar de la vida y alguien se enamoraba de sus arrugas. O instrucciones para hacer té, para escapar de la tristeza, sobre como perderse en el fondo del mar sin saber nadar y terminar saliendo a flote. Esa era toda su vida. Y alguna noche de sábado solitaria, se inspiraba y terminaba hablando de caricias en hoteles de segunda clase, de cafés de madrugada y lamer pieles ajenas. Sobre perderse en el placer ajeno y abandonarse a la vida. Todavía recordaba la primera vez que le habían acariciado el pelo con todo el amor del mundo. Despacito, suave, escribiendo en él palabras bonitas. Y esa noche de sábado, ella recordaba mientras la música no paraba de sonar. Como alguien se había enamorado y la había rescatado de la vida, como le habrían propuesto matrimonio caminando por las calles de Italia. O quizá eso era una historia más, quien sabe. Vivir de palabras no es tan malo. Al fin y al cabo, había estado toda su vida buscando corazones en los ojos de los desconocidos. Y uno de esos días en los que uno pierde la vista por cualquier paisaje, encontró el título de su siguiente historia: “Instrucciones para volar.” Sólo hacía falta palabras, sueños, alguna que otra caricia y tener la sensación de que todo está en su lugar. Ahí estaba, escribiendo a las 2 de la mañana la más cuerda de las locas, sobre como escapar del tiempo y colgarse de su risa, sobre como volar sin moverse del sitio. Otra historia sin terminar, otro olvido al corazón, otra noche solitaria y silenciosa con tan sólo el murmullo de la ciudad de fondo. Que susurra que vivir de palabras no es tan malo.

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