A veces me invade una tristeza horrible. Aterradora. Terrible. Que, fácilmente, puede solucionar sus abrazos. Soy así de simple. Sólo a veces. E igual de aterrador es tener su cuerpo al lado y no tener ese abrazo. Aterrador es pedirlo. Aterrador es necesitarlo. Y aterrador es irme a casa sin él.
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