18.

No me gusta que la gente no pare de mirar al pasado. Que se empeñen en echar la mirada siempre atrás y ese vicio, esa estupidez, no haga más que comprometer su presente y, a menudo, el de los demás. Una cosa es la memoria, el recuerdo, ese lugar que visitar de tanto en tanto para reencontrarnos con lo que fuimos; pero mirar siempre hacia atrás…
El pasado no deja de ser una página más; una página que, como los anillos en los troncos de los árboles, revelan nuestras vivencias, nuestra vida, nuestra edad… pero no es una losa que debamos arrastrar como Sísifo y su piedra. No es justo para nosotros mismos porque nos convertimos en fantasmas, seres atrapados en un lugar del que no se quieren marchar porque sienten que aún tienen algo pendiente por hacer. No podemos cambiar el pasado;
del mismo modo que los muertos no pueden acabar desde el más allá lo que no pudieron hacer en vida.
Y, sin embargo, ¿cuántas veces sentimos que somos juzgados por lo que fuimos? ¿cuántas veces sufrimos por algo
que no pudo ser? ¿cuántos fantasmas somos? ¿y cuántas estatuas de sal?
…Alguien debería recordarnos que sólo el hoy y el mañana se pueden cambiar