Dame un bolígrafo y un papel y te enseñaré a soñar. Antes de que aprendas a soñar debes cerrar los ojos y imaginar un mundo nuevo, solo para ti y para mi..

domingo, 16 de octubre de 2011

Vida.



Otra vez está ahí. Lo noto. Ha vuelto. Mejor dicho, ahora se siente con más fuerza. La angustia. No puedo respirar. Se me inundan los ojos. Los labios me tiemblan. Para, detente. Demasiado tarde, ya estás llorando. ¿Por qué? Pues no lo sé. Algo me lleva oprimiendo horas, quizá todo el día. Pero qué digo. No sólo ha sido un día. Lleva una semana. Lleva semanas. Tiemblo. Los nervios se hacen notar. ¿Nervios por qué? Tampoco lo sé. Estoy sola, y lo peor es que no quiero recurrir tampoco a nadie. Me gusta la soledad. Soledad, ese nombre que tanto asusta a la mayoría de las personas que viven en este mundo. ¿Por qué será? Puede que sea un miedo irracional, que sólo unos pocos no poseemos. Y el no poseerlo, ¿debería ser una desgracia, o por el contrario, una bendición? Vaya, no se, pero me temo que una desgracia. ¿Por qué? Pues, tampoco lo sé. Puede que sea porque el no tener miedo a la soledad, sencillamente te condene a ella para la eternidad en la que se convertirá tu vida. El ser su amiga, y no su enemiga, hace que te sientas a gusto, hace que...¿te guste su compañía? Disfrutas el silencio. Disfrutas de tu mente, de tu subconsciente. Disfrutas el hecho de poder imaginar sin que nadie te interrumpa, cosas tales como, creer que toda una ciudad es tuya por una noche. Solo para ti. Nadie más, a menos que tu lo desees. Soñar e imaginar lo que harías durante ese tiempo de total libertad con la que has debido soñar alguna vez. ¿Qué harías? ¿Quieres saber lo que haría yo? Me cogería una botella del mejor y mas fuerte alcohol que encontrase, conseguiría todo tipo de drogas, y me iría a la explanada más grande, verde y alta que encontrase en frente de la ciudad, para contemplarla en toda su inmensidad. Y allí, en medio de la nada, me emborracharía, me drogaría y deliraría sin límites viendo las estrellas y rompiendo el estruendoso silencio que reinaría la noche con el grito más desgarrador que mis pulmones fuesen capaces de expulsar. Contemplaría esa ciudad que sería tan sólo mía, mi reino, esa ciudad muerta, esa ciudad silenciosa, esa ciudad oscura, esa ciudad, como no, sola. ¿Qué te parece? ¿Te gusta mi plan de huida de la realidad? ¿Te gusta mi plan B, C, D...? ¿Te parezco que estoy loca? ¿Te parezco que estoy demasiado loca como para soportarme? ¿Te parezco suficiente, o tal vez te parezco excesiva? ¿Te parezco muy rara, o te parezco cerca de lo normal? ¿Te parezco simpática, o te parezco tonta? Desde luego, estas preguntas lo son. Son preguntas tontas, sin sentido, y raras. Me gusta más preguntarte cosas tipo "¿Cuántos grandes amores crees que existen en esta vida?". Lo dicho, preguntas abstractas, simples curiosidades, que vagan por mi mente sin rumbo fijo, solo con la intención de quemar ese tiempo libre que a veces me parece tener en exceso y que tantas cosas me hace preguntarme. Y ahora,¿quieres saber lo que estoy pensando ahora? Pues bien, mi pregunta en este preciso instante es, ¿por qué sólo soy capaz de preguntarte esas preguntas a las que denomino como tontas? La respuesta es obvia: Porque las preguntas tontas tratan sobre mí, y eso me pone nerviosa. No me gusta hablar de mí. No me siento segura compartiendo mis cosas con la gente, y tampoco me siento segura en cuanto a lo que me puedan decir. Supongo que es otra de mis desgracias. Sé que es otra de mis desgracias. La desconfianza. Y también sé que me va a acompañar toda mi vida, de la mano de la soledad. Ahora sólo me queda hallar la forma de convertirla en mi amiga, para que me pueda sentir a gusto con ella. Y así, de esa forma, formar la gran familia triste, destinada únicamente para mí.

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