
Llevaba semanas esperando ese momento, el día en que caería una lluvia de estrellas que le permitiría pedir un deseo. La noche estaba totalmente tranquila y en silencio, se recostó en el suelo, observando el cielo plagado de pequeños puntos blancos que radiaban luz propia. Cerró los ojos, visualizando su deseo, dos personas, un alma, un único corazón y un mismo destino. Volvió a abrir los ojos con un largo suspiro y centró sus ojos en el cielo, esperando pacientemente hasta que por fin una de las estrellas cayó dejando un rastro blanco tras ella, sonrió al notar la calidez de una mano rozando la suya y entrelazandose con sus dedos.
-¿Ya has pedido tu deseo?
-Claro.
-Apuesto a que se que deseo has pedido. Pero no era necesario, estaremos siempre juntos, te amo.
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