Dame un bolígrafo y un papel y te enseñaré a soñar. Antes de que aprendas a soñar debes cerrar los ojos y imaginar un mundo nuevo, solo para ti y para mi..

martes, 30 de agosto de 2011


Se cansó de caminar sobre los charcos, de sentir el suelo bajo sus zapatos mojados. Cada paso que daba mojaba aún más sus pies. Comenzó a correr, con desesperación, como si le fuera la vida en ello; comenzó a sentir cómo el viento luchaba en contra de su carrera y llevaba hacia atrás sus lágrimas que, desafiando las leyes de la gravedad, no llegaban a tocas sus mejillas.

Entró en el edificio y comenzó a subir, peldaño a peldaño, sin disminuir la velocidad, su corazón estaba acelerado, su pulso, roto. Pero siguió subiendo. Cuando dejó el último piso atrás, se encontró frente a una puerta y la abrió, entonces exhaló con fuerza, como si de su último suspiro se tratara, quiso sentir el aire frío entrando en sus pulmones. Miró a su alrededor, todo estaba desierto. El mundo bajo sus pies… El cielo sobre su cabeza... Volvió a sentirse minúscula pero esta vez no le importó, ese era su objetivo, ahora quería esconderse, desaparecer aunque fuera sólo un momento pero lo que más le dolía era no poder huir de sí misma, “Bueno, no se puede tener todo”, pensó con amargura. Avanzó y se sentó en el bordillo, se quitó los zapatos y los lanzó al vacío, observando cómo caían, cerró los ojos y aspiró fuerte, muy fuerte, hasta que le dolió. Sintió el aire frío de esas alturas acariciando su rostro. Sólo quiso que la ataran a un sentimiento.

Miró al cielo del que colgaban miles de estrellas y levantó su mano, cerrando un ojo, con su pulgar y tapó la luna. Se rio de su tontería y también cayó en la cuenta de que lo hacía por primera vez en días, lo de sonreír, porque las tonterías eran su mejor oficio y sabía que podía tenerlo todo abriendo su ojo y dejando el pulgar y su mano al calor del bolsillo.

Bajó de su improvisado asiento y agradeció estar en su edificio, después de todo, no debía ser agradable pisar mojado con los pies descalzos. Caminó los metros que la separaban de su hogar con un paso lento, relajado; miró a la luna y decidió guardar su miedo y los charcos de su alma, junto a su pulgar, en un bolsillo “Bueno…- pensó-… quizá puedo tener más de lo que pensaba."

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