
Cierra los ojos e imagina que no estás triste.
Imagina que toda esta ansiedad no existe, que las lágrimas que bajan por tus mejillas no es más que lluvia y que la tristeza que invade hasta la sangre que corre por tus venas sólo es una pesadilla.
Recuerda esos días en los que las sonrisas inundaban tus días y tus ojos lloraban de felicidad y piensa que estás ahí, rodeado de la gente que más quieres, esa misma que en estos momentos añoras.
Recuerda los días en los que tú eras su vida y él era la tuya, en los que os ayudabais sin esperar nada a cambio, en los que vuestro amor era incondicional. Recuerda cada uno de los abrazos, cada uno de los besos y revívelos, como si estuvieran sucediendo en este mismo instante.
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